A veces cuestiono cuanto peor podemos imaginar nuestra realidad, hasta dónde somos capaces de extender el límite de nuestro “mal vivir” social. No ganar un salario decente, aplaudir con cara de adoración o gritar como una horda primitiva, soportar la propaganda política, no disentir, vivir en la doble moral, no pensar, no hablar, desconfiar, chivatear, no escribir, no salir a la calle, comer mal, no poder arreglar la casa, no viajar y no lavarse la cabeza parece no ser suficiente ante la mala nueva: la cosa se va a poner negra.
Via Octavo cerco
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