Fueron arrojados a las mazmorras castristas -en las que no dejan entrar a ningún organismo internacional desde hace dos décadas- por discrepar del gobierno cubano -como la mayoría de sus compatriotas- y atreverse a expresar sus discrepancias, como sólo osan los valientes. Se les aplicó el máximo rigor penitenciario, se les "enterró vivos" -en palabras de otro de ellos, el periodista y político Héctor Maseda- por aspirar a una Cuba democrática y pedir firmas para lograrla -como sobre el papel permite la constitución cubana, que el mismo gobierno viola sin reparos-.”
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