jueves, 18 de noviembre de 2010

lachiado


El viento lleva soplando desde hace la tira de días. No he salido de casa más que para trabajar en estas últimas jornadas de quehacer y honradez. Me labro el mañana como me dejan y porque no, como persigo. Cuando reposo el trajín me siento un rato a escarbar en la internet y a leer musicando las novelas que me endiño. Es lo que hago. En ocasiones se me vira la pinza y  dejo llevar mi abstracción más allá de la carretera que linda mi refugio ya de noche.
El otro día, cayendo la luna al suelo, descubrí gracias a ese engendro llamado Twitter que alguien me seguía. Decidí en ese mismo instante perseguirle yo también por aquello de la intriga y la sorpresa. Me encontré con lachiado. No tenía el gusto de conocerla, creo. Tropecé con una voz que no sonaba por sonar, sino por el gusto de ser voz. Descubrí un léxico gamberro escrito en oro de ley, sentido del humor, y una falda agitanada haciendo mover lunares. Ahora que quieren cantar hasta los que no saben, ahora, suenan soplos de aire fresco y cascabeles. Que grande.
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