domingo, 10 de abril de 2011

Machín, el rey del Bolero.

Frecuenté a Machín y su música hace ya una pila de años cuando, de mancebo, mi padre ponía en el casete del coche alguno de sus discos en el trascurso de algún viaje. Yo era un doncel, ya os digo, que buscaba el equilibrio perfecto y buceaba a pulmón entre las letras del Sabina y las guitarras de Barón Rojo. También estaban los Doors, Led Zeppelin y los Leño pero eso fue mas adelante. O a la vez, no lo recuerdo bien. El caso es que, escuchando a Machín, descubrí un género vivo donde habitaban los tres tiempos; el ayer, el hoy y el mañana.
Hijo de padre gallego, nació en los extramuros de Sagua La Grande, al abrigo de la Sierra de Jumagua, allá en Cuba. Desde pequeño su pasión fue la música. Aprendió muy pronto a tocar la guitarra y sobre todo, a acompañarse de sus maracas, que nunca abandonaría, para capitular los sones de su tierra. Para cantar con el aroma de su raza desfilando en su gollete. Empezó desde abajo; desde muy abajo. Tuvo que trabajar muy duro desde chinorri hasta convertirse en el cantante de la mejor orquesta de La Habana allá por el año 1929. Luego, en el devenir del tiempo, llegó a ser testigo y banda sonora de las historias de amor de toda una generación en unos años muy jodidos. Fueron tiempos de hambre, necesidades y miedo.
Anoche me acosté tarareando “Angelitos negros” y esta mañana de sol, me enderecé para honrar su memoria. Recién levantado buceé en la Internet para ver algún video suyo y aún con la tripa urgida empecé a escribir con el ímpetu que hace que me tiemble el folio. Fue un tipo serio, humilde y con un estilo muy personal para el bolero. Dentro de poco se cumplirán cien años de su nacimiento y, como todavía vive en el recuerdo y la memoria de muchos a través de sus canciones, toca felicitarlo. Enhorabuena rubio, fuiste el rey.

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