miércoles, 31 de agosto de 2011

El peor de los lunes – 5º anillo

Pidió un café solo. Con hielo. Mientras esperaba el servicio, sacó de su bolso un paquete de Marlboro, cogió un cigarro y se lo llevó a la boca. Sus movimientos eran raros, excéntricos, pintorescos. No supe cubicarlo bien. Exóticos, quizá. Me recordó en eso a mi amigo Mustafá, -el moro-, cuando estaba en trance. Los cañones difuminaban su aptitud y la respuesta de su sistema nervioso apuntaba a movimientos excesivos, inescrutables. Algunos incluso obscenos, como aquella manía de llevarse la mano a los huevos mientras se mordía el labio inferior, rollito Maiquelyacson. Hasta que se lo partieron de un palazo una oscura noche sin luna en un callejón, junto a la comisaría. Pero esa era otra historia, otro anillo…
Noté en su rostro un gesto de indecisión atento como estaba al más mínimo detalle. Pude sospechar su duda en el mismo momento en que se volvió hacia mí y, con esa cara que solo algunas mujeres saben poner, me dijo:
- “¿Tienes fuego, pecho lobo?”
-“Claro. Como no.” Tardé un poco en responder, pues su voz sumamente cálida me había dejado sin habla. La afonía de los seis cubatas del fin de semana había vuelto de estampía y yo me había convertido, con una sola pregunta, en un cazador cazado. No había mucho más que decir, con cuatro palabras me había cohibido e intimidado. Su proximidad, su encanto, su arrojo  y decisión, sus rasgos exótico-vikingos, su embrujo –como dirían las gitanas-, y esos labios mayores y menores que parecían decir cómeme, habían provocado en mí una leve erección.
El humo de la primera calada fue directo hacia mis ojos. Todo se volvió turbio y al segundo la claridad me trajo a la vida. Bebía el café a pequeños sorbos. No pude dejar de mirarla. Lo intenté, pero no pude. Hasta las caladas que le proporcionaba a su cigarro me parecían tremendamente sensuales, al estilo de la Rita Jaiguort en esa famosísima película, Gilda, creo.
Apuró la borra del café, se levantó y pisó la colilla. En ese instante otra voz, de hombre sin duda, por la ronquera crónica que apuntaba dijo: “La casa invita.” Y no era para menos rumié, volviendo la vista a la barra y advirtiendo a Lucas con ojos violentos, en un afán por delimitar el terreno que, con respecto a aquella dama, me pertenecía.
Ella, atenta a la jugada, lo agradeció con un guiño. Y antes de empezar a andar, se volvió hacia mí, me pasó el dedo índice por el torso y me susurro al oído: “Gracias por el fuego, pecho lobo. Ahora necesito una manguera. Para apagarlo”.
Cuando reaccioné la vi alejarse entre los clientes que se reunían en el bar. Y cuando salió a la calle y los rayos de sol se mezclaron con su esbelto y hermoso cuerpo, solo pude articular: “Julio, eres un triunfador. El rey de los pichabravas.” Y me llamé Gilipollas por no haberme dado cuenta antes.

(Próximamente en www.rockmunista.com  - El peor de los lunes – Anillos 6º a 11º)
(Próximamente en www.rockmunista.com – Un martes para el olvido.)

P.D. Estad atentos al blog. Sed buenos. Disfrutad con el Rock n´roll.

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