martes, 20 de abril de 2010

Vidas paralelas. O casi.


Yamara acaba de cumplir 19 años. Hace un par de abriles que dejó los estudios para buscarse un medio que ingresar en la maltrecha economía familiar. Con una hija de 2 años y una madre divorciada y enferma no se podía permitir otro lujo. Ahora tiene trabajo; ofrece su cuerpo a los conductores de las guaguas en la autopista de circunvalación de La Habana. A 5 pesos el francés y 10 pesos el completo ingresa una media de 50 pesos diarios (2 dólares) que le sirven para que su barco, -su familia, su círculo- no haga agua. Su madre no pregunta. Su hija, por su edad, tampoco.
Lizbeth cumplió 23 el pasado invierno. Terminó Historia del Arte en la Universidad de La Habana y ahora está haciendo un curso de post-grado. Al igual que Yamara también se insinúa, pero en las calles más turísticas de la ciudad. Quinta Avenida, Vedado, Malecón, La Habana vieja…
Para llamar la atención de sus posibles clientes, viste saya corta y pullovers apretados. Seduce a los yumas (extranjeros) con ropas llamativas, gestos eróticos y miradas sensuales. A diferencia de Yamara, Lizbeth cobra en dólares y no pone precio fijo. Depende de su instinto y su primera impresión para acomodar la tarifa al yuma que le acecha. 
Yamara Valdés y Lizbeth Martínez forman parte de esa juventud revolucionaria cubana. Ambas, con carné de las juventudes comunistas, tienen oportunidad de estudiar y trabajar. Aún así, ambas ejercen la prostitución como medio para llevar pan a la mesa. Aunque en apariencia pueda parecer que viven vidas paralelas, no llaman por igual la atención a las autoridades policiales.
A Lizbeth le resulta difícil, -en estos tiempos, con la cosa mala- pasar inadvertida. La policía siempre termina por pedirle el Carnet. Antes, ya hace un tiempo de eso, el inconveniente se resolvía con algunos dólares por la izquierda en el bolsillo del policía. Ahora, en estos tiempos inciertos y de poco turismo, todos quieren mas y ella acabó –hace ya unos meses- por no soltar ni un medio de lo poco que se puede llegar a embolsar.  De perdidos al rio, pensó. Ayer le pusieron una segunda carta de advertencia. La tercera, implicaría su entrada en prisión por conducta antisocial. Por puta, para entendernos.
Esta posibilidad no persigue a Yamara. Ella pasea su desordenado cuerpo por lugares poco concurridos por turistas. Por ese motivo, sus tareas no dañan la imagen internacional del Gobierno. Incluso en el barrio – viven a dos cuadras en Alamar- las juzgan diferentes. Lizbeth, la jinetera. Yamara, la chupa-chupa.
La situación con Lizbeth es distinta. Se ofrece en lugares concurridos y de turismo. Daña la imagen internacional del gobierno. Ese gobierno que afirma que en Cuba no hay prostitución. Ya no hay tolerancia social en ese caso. Son temidas por la dirigencia histórica. Pueden convertirse en nuevas ricas. O en nuevos ricos. Sus ganancias incrementan su poder adquisitivo. Por todo eso son perseguidas. Mientras no paguen.
Las otras, como Yamara, no preocupan porque no perjudican. 


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