lunes, 1 de noviembre de 2010

De La Escala al cielo.

Después de la resaca que me dejó el fin de semana; con cena y humo bajo las luces de la noche el viernes, futbol del bueno a diez metros de los sueños el sábado, ahora toca cambiar de tercio y volver a proyectar  las palabras, desde el pasado, rumbo al futuro. En estos días me he dedicado a naufragar en la jodida internet a raíz de un correo recibido de un amigo sabio y fiel, que me retaba, si tenía huevos, a escribir algo sobre un gachó de Santander digno de mención en este foso.

La holgazanería propia de un puente como este, deja tiempo para estas cosas y, sobre todo, deja tiempo para leer y labrar el recuerdo con personajes pasados. Ayer me pasé media noche leyendo chismes de este jambo, para ver si se me pegaba algo. Y como lo único que se me anudó a la quijotera fue el letargo atrasado mezclado con grandes dosis de flojera, decidí levantarme temprano para dar a conocer, o  correr la voz de la vida y milagros del desenvuelto cántabro Ceferino Carrión, - que así se llamaba antes de viajar a las Américas-, y agradecer el cable que me tiró mi socio para seguir articulando letras en esta trinchera. Estamos pagados.

"Jean Leon era un hombre al lado del cual Frank Sinatra parecía un gilipollas" dijo el maestro Sabina hace unos años cuando un periodista le preguntó por el hombre que logró, no sin esfuerzo y penurias, tener a la crème del luxe y del glamour del  Hollywood haciendo cola a las puertas de su restaurante en Los Ángeles. Lo jodido era encontrar a alguien que no hubiera pasado por sus mesas para dejarse llevar por los sentidos. Por las mesas de La Escala pasaron presidentes, actores, actrices, vividores, chuloputas, golfas, héroes, canallas y demás fauna que brillaba mas que la luz de un naipe recién estrenado. A todos, Jean les enseñó a comer porque no tenían ni puta idea. Antes de La Escala, solo habían Güisquis y Bistecs; después vino el sentido y la exquisitez. Siempre anduvo buscando el caldo perfecto; fue una de sus eternas luchas. Caminó durante años sobre las brasas del lujo con la agilidad de un tigre de bengala. Su historia, singular, genial y envenenada por un destino cabrón que nos marca las cartas al nacer. Lejos de Hollywood, pasó sus últimos días navegando con unas amigas tailandesas antes de fallecer, el 6 de octubre de 1996. 

P.D. La revista Wines eligió en 1993 su cabernet sauvignon del 83 como uno de los 10 mejores caldos del mundo. Si queréis probar alguno, tendréis que aflojar la faltriquera. Hasta llegar al fondillo.

http://www.jeanleon.com/esp/index-esp.html
 
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