lunes, 21 de febrero de 2011

BAM; los que nunca ganaron. [Parte 1]

Cuando el 17º Congreso del Komsomol declaró como prioritaria la tarea de terminar la línea de ferrocarril Baikal-Amur, Alexey Gólubev lo tuvo claro. Corría el año 1974 y acababa de cumplir los 30. La organización juvenil del Partido comunista de la URSS contaba con alrededor de 40 millones de camaradas y en ese congreso se habían propuesto finiquitar los 3.200 Km. pendientes de esa gigantesca empresa inacabada. La Obra del siglo.
Alexey, era hijo de una familia libertaria que le enseñó que, a pesar de las carencias, la pobreza y la opresión, la libertad era inseparable de la responsabilidad. Y la causa de la libertad individual era el más alto estímulo por el que morir o matar. Su padre, Sasha, había luchado en el frente Siberiano junto al general Timoschenko contra las tropas de Hitler en aquel invierno ruso de 1941-42 que fue el más duro y más frío del siglo, y entre cuyos entreactos helados alrededor del lago Ladoga se movían regimientos siberianos y cosacos para defender la causa de la independencia y la voluntad. Que no siempre es la misma, aunque lo parezca. Aquello ya quedaba muy distante. Muy remoto. Durante el cerco de los mil días. Poco después, en una de esas albas calmosas en que la tez apesta a sueño recién estrenado, una patada en la boca le despertó con temblor y confusión. Su nombre figuraba en una lista negra. Tan negra como lo era la muerte o el  desarraigo en el Gulaj cuando la enviaba Stalin.

(…continuará)

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