domingo, 28 de agosto de 2011

El peor de los lunes – 4º anillo

Era rubia, aunque en ese momento no me había dado cuenta aún porque andaba algo aturdido y medio cegado. Se me pasó el mosqueo de inmediato y no noté siquiera cuando Lucas me puso la segunda caña que le había pedido tan  amablemente. Cuando recuperé la visión y con disimulo, le pasé el escáner visual. El Bar Lucas tenía la pantalla de televisión encima de la puerta de entrada así que la discreción estaba garantizada. Pelo rubio, rizado, con dos coletas; una a cada lado de la cabeza. Ojos verdes. Como el agua en alta mar. Piernas largas. Delgada y alta. Vestida con un ligero toque informal, aunque elegante sin duda. Era de ese tipo de mujeres que es selecta y fina de por sí, se ponga lo que se ponga.
El sudor frío había vuelto a mi frente. Y el calor. Un calor que no calmaba ni la caña, que me había bebido de un trago después de divisar semejante monumento, ni el cubito de hielo que me restregaba por la cara, y que había sacado del Ricard que tomaba el viejo de mi izquierda en un momento de descuido. Suyo claro.
Se acercó. Era atractiva en el andar. Su caminar era ligero y airoso. Muy agraciado. Tremendamente sensual y bonito. Encantador. Cuando llegó a mi altura se sentó a mi lado, en la barra. Era lo lógico, claro. Viendo la fauna allí reunida lo normal era que se decantara por la zona del bar donde menos olor a sobaco hacía. Amén de la compañía; entre todo el ganado presente yo era el único que aún no estaba babeando, ni en edad de jubilación, ni con dentadura postiza. Aún estaba de buen ver, y el pantalón que llevaba puesto me marcaba el paquete cantidad. Como aquella portada del disco de los Stones, el Sticky Fingers, o algo así. Ya se lo decía mi padre a mi madre cuando era pequeño: “¡Que pollón va a tener el crío, Carmen! ¡Y que huevos!”
Cuando tomó asiento, pensé que no era digno que una mujer tan despampanante se sentara en un taburete de mierda, oxidado como estaba. Las mujeres como ella deberían sentarse en un trono. O en un altar. De repente, caí en la cuenta. Finiquité las pajas mentales y me centré. Tiré el hielo al suelo, me sequé la cara con una servilleta y me preparé para adoptar la típica posición babaresa. Apoyé el codo en la barra y crucé la pierna izquierda por delante apoyando la punta del pie en el suelo. Inspiré aire profundamente y saqué a relucir mi pecho palomo, con la camisa entreabierta y los pelos al aire. Evité el gorjeo clásico del pavo real cuando acecha a las hembras. Prescindí de mi famosa danza de araña que adormecía a mis presas. Era un animal y empezaba el cortejo. Era mi momento.

(Próxima entrega - El peor de los lunes – 5o anillo – Miércoles día 31)

2 comentarios:

  1. De nuevo esperando nuevas entregas ;-P

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  2. Muy bueno como siempre. Has conseguido la intriga total en esta novela, es mas, uno de los motivos de visita es por "el peor de los lunes"...

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